Esta imagen, que procesiona en la actualidad y a la que el Ángel le anuncia la resurrección de su Hijo, data del siglo XVII. Llamada la Purísima, es en realidad una Asunción de María.

¿Por qué se ha utilizado la imagen de la Purísima en esta ceremonia y no otra variante de la Virgen?. Porque la Virgen, en casi todas sus advocaciones, menos en la de la Inmaculada Concepción, se representa con su Hijo en los brazos o en su regazo, lo que parecería una anomalía mostrar a Jesucristo, niño todavía y al mismo tiempo, alegrándose por su Resurrección, cuando la fecha reseñada de su muerte fue a los treinta y tres años. Quizá por eso ha sido la imagen de las Purísima la utilizada para esta ceremonia.





La talla de la Virgen mide alrededor de 130 centímetros, desde la peana hasta la cabeza, sin contar la corona, que mide 25 centímetros. El cuerpo se une a la base mediante cuatro soportes. La cabeza y parte del tronco están policromadas. Los brazos son articulados. Las manos también son articuladas, por las muñecas, y policromadas. En la parte alta de la cabeza lleva un tornillo en el que se coloca la peluca y se sujeta la corona con una palomilla. Es una imagen a la que hay que vestir y colocarle una peluca para que esté dispuesta para el culto y la procesión.

Se venera en la Capilla del Espíritu Santo de la Catedral, en su altar realizado expresamente para esta imagen, situado en el lado de la epístola de dicha capilla.





En los últimos años ha sufrido dos restauraciones:

La primera se realizó en Abril del año 2000. Consistió en la consolidación de la película pictórica de las manos y la cara, eliminación del barniz brillante, limpieza mecánica y química y capa de protección con, aplicación de barniz-cera para obtener un brillo satinado. La llevó a cabo Eva Montón Martínez, miembro del equipo de restauración del Altar Mayor de la Catedral.

Desde el 1 de abril de 2002 y al tener que realizar las obras de restauración de la Catedral, la imagen queda depositada en los sótanos del museo del Palacio Decanal sufriendo un gran deterioro en la policromía de la cara y de las manos.





La segunda comenzó, por este motivo, el Viernes de Dolores del año 2004, cuando nos avisaron desde el museo. En esos momentos Amaya Zardoya estaba restaurando los cuatro ángeles de las andas y ella, dada la inmediatez del Domingo de Resurrección, buscó a Susana Pérez García, que realizó una restauración de urgencia en cara, cuello y manos. De esta forma y gracias a estas dos personas pudimos sacar a la Virgen en unas condiciones muy dignas. En lo que llevamos de 2005, Susana ha seguido con la restauración de las manos, ha limpiado y tratado la carcoma y ha continuado con la policromía de la cara. Todavía está sin terminar y este año quedará restaurada definitivamente.